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martes, 27 de enero de 2015

Pastel Sorpresa


La vida está llena de sorpresas, algunas son agradables, otras no tanto…
El baile en el “Gran Salón” era todo un evento, se tenía que hacer reservación con anticipación y pagar por adelantado. Se organizaron para ir, como en cita doble, dos parejas de adultos con hijos adolescentes, era el pretexto ideal para romper con la rutina, dejar a los hijos por una noches, divertirse como hacía más de una década que no lo hacían.
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Las señoras, cuñadas ellas, ya tenían listos sus vestidos, habían seleccionado los trajes de sus respectivos maridos y están organizando los entremeses que llevaría cada una para la ocasión tan de gala y particular a la que asistirían.
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Estuvieron cada una por su cuenta repasando sus recetas para llevar lago que se pudiera comer en bocados pequeños, pero que no fuera tan ordinario como cacahuates o salchichas con limón y chile.
Sabían que era mejor llevar algo salado para que ligara con las bebidas preparadas que incluía el evento. Tras devanarse los sesos y recorrer páginas y páginas de recetarios y revistas cada una tomo su decisión para su respectivo aporte a los manjares de esa noche.
Se comunicaron una a la otra su respectiva decisión, no fuera a ser la de malas que ambas hubiesen determinado implementar sus artes culinarias en la misma obra gastronómica. Una de ellas decidió preparar una papas cambray con chile, así como un queso crema con champiñones para untar en galletas. La otra, anunció con mucho entusiasmo que haría un “Pastel Sorpresa”.
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Los días transcurrieron, y como no hay día que no se llegue ni plazo que no se cumpla. La noche tan esperada llegó. Pero, como suele suceder con las cosas que uno espera con ansia, y con los padres de chamacos pubertos: a la hora de la hora la misión tuvo que ser abortada. Quedándose listas sus respectivas ofrendas gastronómicas.
Para evitar que fuera una labor ingrata y no desperdiciar; determinaron que lo mejor era reunirse en casa de una de las parejas y pasar revista a lo que ya habían preparado. Sólo que omitirían la música, la gala, los meseros y esas comodidades y lujos que los salones de eventos engalanan.
Así cada una de las señoras ofreció lo que con tanta dedicación, entusiasmo y buena voluntad habían preparado. Al ver la presentación de las botanas, sin lugar a dudas el más llamativo, y quizás suculento era el “Pastel Sorpresa”, por lo que decidieron cerrar con el mismo. Dieron cuenta de las papas, de los quesos, de unas botanas (no tan pretenciosas) que prepararon en ese momento.
Llego el momento esperado y llevaron  a la mesa el hermoso platillo: una edificación blanca con detalles en verde que daba una vista suculenta. Cortan la pequeña obra de arte y reparten en porciones un poco generosas pedazos de la misma. Todos a la expectativa de la delicia que se comerían toman sus respectivas cucharas para arrear sendos bocados.
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La reacción no se hizo esperar, se llevan el bocado a la boca y todos se quedan en silencio de muerte. A sus bocas llega una mezcla de sabores que no esperan (definitivamente, una sorpresa, no muy agradable por cierto) un buqué de pollo rostizado, con nueces pasadas, mayonesa, queso crema y perejil, con generosos pedazos de huevo cocido. Una a una las cucharas regresan a su plato y comienza la platica, las cucharas no vuelven a tocar la porción que tienen a un lado. De manera discreta se retira el platillo de la mesa y se sirven salchichas con mucho limón y chile, nada glamurosas, pero si sabrosas.
La reunión termina y la que llevó el Pastel sorpresa, con todo el mejor ánimo del mundo lo deja en casa de la anfitriona, por si desea comer un poco más. Al fin que ella sabe hacer la receta y lo puede preparar en cualquier otra ocasión en su casa. La señora de la casa haciendo de tripas-corazón tuvo que aceptar el obsequio que le hacían.
De manera inesperada, llega una vecina a casa de la señora que tenía un pastel sorpresa con el que no sabía que hacer. La vecina llega de visita social y tras la guaguara y el cotilleo, la anfitriona le dice a su inocente vecina: “¿No quieres llevar Pastel Sorpresa que hizo mi cuñada?”. La vecina acepta un generoso trozo del pastel. La anfitriona con su más dulce y delicada sonrisa le dice: “te daré también para tu marido y para las niñas” y en menos que canta un gallo ya tenía en platos desechables todo el Pastel. La vecina le dice que es mucho que como se va llevar todo. La anfitriona le miente diciendo, que tenía otro igual, que no era ningún problema.
La vecina se retira con lo que le han obsequiado gustosa y alegre, sin saber la sorpresa que se llevaría. Llega a su hogar y reparte entre su familia los pedazos de pastel. E igual que antes todos se sorprenden y dejan el plato. La niña más pequeña se queja y escupe diciendo que eso estaba muy malo. Recolecta todo el pastel y se lo lleva al perro callejero que han adoptado y vive bajo sus escaleras. El animal se emociona al ver que le llevan una bandeja rebosante de alimentos. Se los dejan, para descubrir en la mañana que ni el escuálido animal se comió la sorpresa.
Días después una de las hijas hace una visita a los hijos de la señora y entre los juegos comenta. “Su mamá nos regalo un pastel que estaba muy malo, mi papá que todo se come no se lo pudo comer. Es más ni el perro de la calle. Estaba muy malo”
Sí. Era un “Pastel Sorpresa”. Pero, una sorpresa no tan agradable…