Alguna vez escuché a alguien decir que la infancia era la etapa que tratas en tu vida adulta o de superarla o que bien añoras inmensamente. Todo depende de que tal haya ido en ella y de los recuerdos que tengas de la misma. O sea que o somos Peter Pan o el Capitán Garfio. Quizás no sea tan extremo pero algo hay de verdad en la afirmación.
Todos podemos observar a los niños, especialmente a los pequeños que se desenvuelven en el mundo con una curiosidad, sorpresa y alegría sin par. Pero, si observamos a los adultos que hay a su alrededor las reacciones ante las actividades infantiles serán variopintas: encontramos desde los permisivos, los estrictos, los regañones, los gritones, los parlanchines, los contadores de historias, los juguetones, etcétera. Generalmente la reacción de los adultos frente a los niños es un reflejo inconsciente de lo que los adultos hacían con ellos cuando eran niños.
He podido observar de primera mano como los padres de los niños se empeñan en tratar a los niños como sus pares y a la vez como tontos; craso error los niños ni son adultos ni son tontos. Los niños son pequeños seres humanos sin experiencias, son humanos en formación. Que se arrastren, que griten, coman tierra, despanzurren animales pequeños, hagan preguntas (muchas veces incómodas o difíciles), que corran , brinquen y jueguen es “normal” en esa etapa de la vida.
Las personas que tratan a los niños como adultos, no se explican porqué los niños hacen lo que hacen, porque no se comportan como personas decentes. Seguramente se les olvida que ellos también fueron niños y jugaban y rompían cosas, en un afán meramente científico-experimental. Es fácil para un adulto regañar a un niño, pero se les olvida que los niños no están a nuestro nivel, ni de experiencias ni de estatura. Es más fácil que un adulto baje a un nivel infantil a que un niño alcance el de un adulto.
Hablar con ellos y explicarles el mundo de manera sencilla es una forma de abordar con ellos los problemas diarios. Ellos son altamente perceptivos y aprenden de su entorno inmediato: padres, hermanos, tíos, abuelos, primos, vecinos. Si en su entorno observa violencia, puede ocurrir que el infante esté asustado o sea vuelva violento hacia otros niños. Ellos aprenden de su familia a ser felices, serios, enojones, pendencieros, responsables, limpios, sucios, lúdicos…
Conforme uno va creciendo los problemas de la vida y el enfoque de la misma van cambiando, en algún momento un par de monedas es una fortuna con la que se puede comprar el mundo y ser inmensamente rico, pero poco a poco esa y otras ideas y retos van cambiando, los obstáculos cambian y los motivos de alegría también.
Es en la infancia en la que se forjan los cimientos de la personalidad, se forja el carácter, miedos, ideologías y valores; las herramientas con las afrontaremos la vida. Calificar de buena o mala infancia y a los actores que figuraron en ella sería algo absurdo, recordemos que gracias a ella y las personas con las que crecimos somos las personas que somos.
Recuremos la alegría, la capacidad de sorprendernos y la imaginación infantil. Perdonemos a los que nos lastimaron y pidamos perdón a los que lastimamos y si algo nos quedamos a deber y está en nuestras posibilidades regalémosle eso a nuestro niño interior. Y a los niños que tenemos cerca gocemos con ellos y dejemos que sean lo que son niños…
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