El 8 de Marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Se conmemora la lucha de las mujeres por la igualdad de derechos y oportunidades respecto a los hombres. En la sociedad androcéntrica en la que vivimos, vemos día a día como las mujeres son puestas en un nivel inferior al del hombre, ya sea en el ámbito laboral, educativo, sexual y social.
En muchas familias se busca tener hijos varones afín de que éste herede las propiedades y pasan a manos de otra familia. A muchas mujeres se les educa para servir a su señores esposos y a los hijos pasando a ser: Madres, amantes, maestras, enfermeras, amas de casa, terapeutas, cocineras, consejeras, etcétera y etcétera.
La dinámica social inequitativa entre ambos sexos esta inmersa en un círculo vicioso, ellas mismas forjan las cadenas que las atan. Podemos observar familias en las que las hijas tienen que servir a los hermanos: hacerles la comida, lavarles la ropa, atenderlos; mientras que ellos salen con los amigos o hacer conquistas. A cambio los hermanos cuidan las honra y la castidad de las hermanas. Es decir, las mujeres crían a sus hijos en un entorno machista del que es difícil salir.
Ahora bien las mujeres no solo se enfrentan a los hombres, sino que además se enfrentan a sus congéneres femeninos que las discriminan y las boicotean. Si a esto le sumamos la presión social de la moda y la belleza; las vuelven esclavas de los cosméticos, las dietas para ajustarse a estándares estéticos casi inalcanzables.
Pero la situación de las mujeres no siempre fue como ahora. En las sociedades primitivas las hembras eran muy valiosas, ya que ellas son las gestantes de las crías, los machos conseguían la comida y ellas cuidaban de los nuevos miembros de la comunidad y racionaban los alimentos. Además las mujeres descubrieron la ganadería y la agricultura.
Podemos observar como en la mayoría de las antiguas civilizaciones se habla de una Diosa Madre bondadosa que nutre y alimenta a todos sus hijos. La mujeres eran sagradas, amadas y respetadas. No se enfrentaban a tabúes sexuales, puesto que se sabía que ellas eran las dadoras de vida, los hombres sólo les auxiliaban. En este período había una mayor equidad entre los sexos.
A grosso modo, el cambio de matriarcado a patriarcado surgió con la aparición de la propiedad privada, la esclavitud y el comercio. Al ser el hombre físicamente más grande y fuerte que la mujer la somete por la fuerza, después suplanta a la deidad femenina por un padre severo y cruel. A partir de aquí se comienza a gestar la idea de que hombres y mujeres son diferentes.
Al ser la mujer más menuda que el hombre, frágil en el período gestante, con rasgos infantiles en el rostro, el hombre se autoproclama el guardián y defensor de las mujeres. Las mujeres perdieron espacios en la sociedad pasando a jugar los roles ya conocidos. Durante siglos la mujer a sido considera como un infante (en algunos casos), objeto sexual, sierva, etcétera.
A través de este tiempo las mujeres han sido objeto de mística y reafirmación de su belleza natural (que en cada época ha cambiado, de acuerdo a las modas y costumbres). A diferencia de otras especies animales en las que el macho a desarrollado características llamativas para que la hembra le permita aparearse con ella; en los humanos se ha dado a la inversa, las mujeres han exaltado sus dotes naturales para ser llamativas ante los varones y son los machos los que eligen.
A causa de esto podemos encontrar a mujeres obsesionadas con un figura perfecta, piel lozana, cabello sedoso, pecho firmes, manos suaves, dientes perfectos… Muchas de ellas viven en una constante angustia por ser hermosas, puesto que han sido objetivadas. Sin embargo, algunas mujeres han descubierto que a para muchos hombres esos detalles no son tan importantes, que las sensaciones físicas y el sexo son más importantes que las estrías o la celulitis.
Las mujeres han buscado recuperar los espacios perdidos, con la modernidad y el desarrollo industrial, en el que las mujeres se convirtieron en fuerza productiva aparecieron movimientos feministas en la revolución francesa y tras la primera guerra mundial.
Tras el movimiento feminista que busca el reconocimiento de la mujer como un humano pleno con derechos y con igualdad de oportunidades que el hombres, las mujeres han recuperado espacios perdidos en la vida social, económica, política, sexual, familiar y, en algunos casos, religiosa.
Poco después del feminismo, surgió otro grupo nuevo llamado hembrismo, este grupo arguye que las mujeres no son iguales a los hombres, sino que son mejores. Entre sus argumentos encontramos que ellas pueden hacer el mismo trabajo que un hombre, además de parir y cuidar a los hijos. Entre sus bromas típicas encontramos que una mujer que hacer trabajo pesado típicamente catalogado como masculino (como militar, albañil, policía y otros) se les llama entronas; mientras que a los hombres que hacen trabajos catalogados como típicamente femeninos (enfermeras, estilistas, entre otros) se les llama maricas.
He de reconocer que hasta cierto punto tienen razón. Hombres y mujeres nos somos iguales, nuestras cargas genéticas, la constitución física, el rendimiento corporal, la forma de usar el cerebro son diferentes en ambos sexos al punto de casi coincidir con la frase de: “Los hombres son de Marte y las mujeres de Venus”.
Nuestra anatomía esta diseñada para distintas actividades, ninguna más importante que las demás. Hombres y mujeres tenemos preocupaciones, pasiones, obsesiones, gustos, demandas y necesidades diferentes. Lo importante no es remarcar las diferencias ni acentuarlas, sino reconocer que somos diferentes, pero no opuestos sino complementarios. Seamos sinceros ¿Qué sería de los hombres sin las mujeres?¿Qué sería de las mujeres sin los hombres?
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