Discriminación

Dice un viejo refrán popular “Aunque todos somos de barro; no es lo mismo bacín que jarro”. Motivos para discriminar, segregar y apartar a los demás de un grupo sobran:

• El género
• La edad
• La raza
• La preferencia sexual
• Las creencias religiosas
• Ideología política
• Nivel socioeconómico
• El nivel de cultura
• La apariencia física
• La forma de hablar o de caminar
• Etcétera

Creo que la gran mayoría de nosotros, por no decir que todos, hemos sido victimas de la discriminación por alguno de los motivos arriba mencionados, o por algunos igualmente estúpidos y sin sentido.

A  lo largo de la historia de la humanidad podemos observar como es que se han marginado a distintos grupos humanos. Por ejemplo: La mujeres en muchas culturas son consideradas objetos; mientras que en otras hay una organización matriarcal en la que los hombres son los compañeros de ellas.

Del mismo modo vemos como el color de la piel influye en la forma en que somos tratados, no es lo mismo ser un “güerito” que un negrito. O ser guapo que feo. Rico que pobre. Desde mi propia experiencia he visto como se menospreciaban a cierto tipo de personas, por ejemplo a los niños de bajas calificaciones en las escuelas. A las muchachas que no eran guapas, que eran maltratadas y eran la burla de las otras (las bonitas) y además despreciadas por los muchachos.

El no ser como la mayoría de un grupo puede ser algo útil, pero también una carga. En una sociedad de ideas religiosas meramente católicas, pertenecer a otra congregación religiosa o no pertenecer a ninguna puede ser perjudicial. Ya que la discriminación por no ser parte del grupo es dura, lo sé por experiencia propia. Hubo varias ocasiones en las que fui segregado de determinados grupos de personas por no ser católico, ni judío, ni de ninguna religión. Sin embargo, mi educación no religiosa me abrió las puertas de otros grupos en los que se analizaba las distintas filosofías sociales y religiosas.

También fui testigo de como marginaban a un tipo en la escuela por ser de un nivel socioeconómico superior al promedio de los compañeros. Y que decir de los homosexuales, los torpes, los “feos” o los que tenían alguna malformación. Todos somos víctimas (potenciales o directos) de la discriminación y de la segregación. Cuando la vemos tan arraigada y llegar a extremos violentos (como el caso del bullying en algunas escuelas o los linchamientos religiosos u homófobos) me pregunto si en realidad vivimos en sociedades racionales, que han progresado y han aprendido algo de la historia pasada de la humanidad.

En la historia reciente se vivió la lucha por la abolición de la esclavitud, la igualdad de derecho civiles de las mujeres, el genocidio religioso y de raza de los nazis, los problemas religiosos de la zona de los Balcanes, la lucha por libertada y la igualdad de derechos independientemente del color en Sudáfrica, la aceptación de los homosexuales como personas sanas, el reconocimiento de la labor de los discapacitados, entre otras. Pero de nada sirven éstas luchas si las nuevas generaciones siguen mostrando rechazo hacia los diferentes.

Es importante recordar que no importan las diferencias si somos de distinta raza, sexo, religión, edad, gustos musicales, preferencia sexual, saldo en el banco, nivel de estudios, nacionalidad, idioma, ideología política y todo lo que se les ocurra; porque siempre habrá algo que tengamos en común con los demás: Somos humanos.