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lunes, 5 de julio de 2010

Días de lluvia

¿Cuántas veces no hemos escuchado a las personas decir que los días lluviosos son días melancólicos, tristes, huevones, etc.? También hay quienes dicen que los días con lluvia se antojan para la platica, el café o el sexo. Quizás todas las aseveraciones son ciertas, después de todo uno ve los días de acuerdo a su estado anímico. Por tanto, es comprensible que a las personas que les agradan los días soleados, se sientan tristes. O bien podemos tomar estos días como un punto de relax a nuestras actividades cotidianas. Todo depende de la forma en que enfoquemos el día.

La manera en que vemos los días va cambiando con el paso de los años, recuerdo que cuando era niño a muchos de mis compañeros de escuela les encantaba la temporada de lluvias. Por un lado nos porqué se suspendían las clases y por otro, los juegos de calle en medio de los charcos, las corrientes de agua y el lodo daban un plus a la diversión. Entonces los días de lluvia eran días de fiesta y de desmadre. Nos importaba un comino que hubiera o no hubiera sol, y que pensar que nos podíamos enfermar.

Las madres salían como las locas buscando la manera de que sus retoños se cubrieran, que no se fueran a ensuciar, porqué además de que se iban a desvelar cuidando a la cría, tenía que lavar ropa con lodo que no se secaba, porqué, obviamente, seguiría lloviendo y sol se dilataría en salir para el beneplácito de nuestras progenitoras.

Podemos deducir que los comentarios de nuestros amigos y conocidos respecto a los días con lluvia tienen mucho que ver con lo que nos hacían y hacíamos pasar a nuestros padres. Así los niños que no podían ni asomar la nariz a la calle, amenos que fueran disfrazados de astronautas o bomberos, que se aburrían como ostras porque no podían jugar con los amigos, ni ver la tele han generado una aversión por éstos días. Mientras a los de pequeños, ya sea que nos fugáramos o que nos permitieran salir a jugar en el remanente lluvioso, nos parecen días entretenidos, incluso nos gustan. 

El gusto o disgusto de los días lluviosos, también es una reacción a nuestras responsabilidades en la vida adulta. Las personas que trabajan en oficinas o enclaustradas la lluvia no es una visita grata, después de todo están cansados y lo que menos desean es mojarse. Mientras que las personas que trabajan de arriba para abajo pueden tomarla con total gusto o con la más mala leche que se pueda imaginar. Corren como locos en cuanto comienzan a caer las primeras gotas de lluvia, compran paraguas, se disfrazan de sabrá dios que cosas con capas negras hechas de bolsas de basura, caminan pegados a los muros por las aceras, evitan charcos, goteras y desagües haciendo movimiento propios de los ninjas. Los camiones huelen a pura humanidad (a lo que olemos mojados, más sudor, más asfixia, más un poco de mal aliento).

Los que sin lugar a dudas aman los días con lluvia son los dueños de cafeterías, bares, tiendas de renta de películas y los moteles. Ya que en estos días todos esos "pecados" se antojan con más ganas. Sólo imaginemos que el día está nublado, fresco y húmedo rayando en frío. Nos hemos puesto ropa abrigadora, salimos a la calle y comienza a caer un chipichipi la reacción es tratar de guarecernos y buscar un lugar cálido y seco. Por ese motivo recurrimos a caer en algún café, en llegar comprar y/o rentar una película para verla en casa o en invitar a nuestr@ peor es nada a un lugar retirado y dónde nos dar calor "fraternal, cercano y mutuo", después de todo a nadie le parecería extraño que uno llegue un poco tarde la lluvia hace del transito se pone caótico con el agua. Y a nadie sorprende que llegue uno con el pelo mojado.


No sé a ustedes, pero a mí me encantan los días lluviosos.

1 comentarios:

  1. hahaha, me encanto. No soy fanatica de la lluvia y me encuentro el la odisea de encontrar la razon del por que.

    Saludos.

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